En el plano profesional, la relación abogado-cliente se basa en la confianza que, en primer lugar, éste deposita en nuestro trabajo y, en segundo lugar, en la que el profesional le devuelve con su trabajo y experiencia. Por ello, en mi Despacho cuidamos el trato al cliente estando a su disposición cada vez que lo requiera, ofreciéndole nuestra integridad, honradez, diligencia, profesionalidad y manteniéndole puntualmente informado de la evolución de sus asuntos.

Habitualmente, el cliente llega al Despacho intranquilo, lleno de dudas y, en consecuencia, con necesidad de asesorarse sobre su problema legal. En mi Despacho somos conocedores de su estado y nuestra misión inicial es empatizar con el cliente, prestarle un asesoramiento adecuado a su problema, conseguir que se calme y confíe en nuestro trabajo.

La independencia también nos permite no aceptar el encargo del cliente o rechazar las instrucciones que, en contra de los propios criterios profesionales, pretendan imponerle terceros.

La confidencialidad determina la relación entre abogado y cliente y, además, está protegida en virtud de nuestro deber de secreto profesional. En nuestro Despacho ese deber está presente en cada reunión con nuestros clientes, en cada llamada telefónica que realizamos y en cada dato sensible o información personal que nuestros clientes nos facilitan para la resolución de su asunto.